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Con el corazón en la maleta

Metió el corazón en la maleta y la cerró dispuesta a irse, pero la maleta pesaba demasiado. La abrió. A ver… ¿qué podía sacar?… Vio que dentro había demasiado miedo. Miedo a no ser capaz de salir adelante sin él, miedo a no volver a encontrar una pareja, miedo a sentirse sola, al cambio, a la incertidumbre… Tanto miedo pesaba demasiado. Fuera!  

Sin el miedo se sintió más animada a seguir aligerando la maleta. Sacó la angustia que le producía lo que fuera a pensar la gente, sacó los sentimientos de culpabilidad por el sufrimiento que esta decisión iba a causar a su familia y a su ya ex pareja, la sensación de fracaso, de tiempo perdido, de planes frustrados…

Decidió dejar allí todo el dolor que esa relación le había causado.

Volvió a cerrar la maleta y se fue.

Quienes hemos vivido una ruptura en la que hemos sido nosotros los que hemos tomado la decisión, sabemos lo difícil que puede llegar a ser dar ese paso por mucho que lo deseemos y aunque sepamos que es lo mejor.

Posponemos la decisión con la excusa de que éste no es buen momento, sin querer ver que ningún momento nos va a parecer el adecuado para tomar una decisión tan difícil.

El momento es ya, ahora, cuando sabes que quieres hacerlo y lo que te paran son los miedos, el sentimiento de fracaso, de culpabilidad… Cargas que te lastran y no te dejan avanzar.

Y cuando ya has decidido hacer la maleta, es el momento de llenarla de valentía, de fuerza, de ganas de quererte… Deja atrás lo que pierdes, mete en la maleta sólo lo que ganas. Coge lo que necesites para poder escribir un futuro con independencia emocional, con la letra que quieras tú, y deja lo demás.  Agarra tu libertad, tu corazón… y vete.

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